El mundo se desvaneció de golpe,
invadido por una taciturna disnea;
mas la pálida inapetencia no le era ajena:
muchos siglos había vivido ya con ella.
Vomitaba Artemisa su paciencia
Recuerdo su mirada escuálida;
el dolor su ceño ceñía
Y la luna,
llena la luna la luna ella,
mareada de mar y de hado,
enferma de luz y marejada
Otra vez se desmayaba.
Escribir desde el margen*
Hace 8 meses
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