domingo, 15 de enero de 2012

Borrachera o el Dios Civilizador

Llevar tus pómulos al cielo

para escalar tersas montañas;

-pero no:


harapientos incautos

se embriagan con la cal

y sus esperpentos tiernos aúllan úllan,

huyan

¡Huyan mis pájaros de la terrible escena!

de las tripas del día no queda una

una marca, un olor, nada

Los cuervos ansían el alba

alba alba

zurcos en las pieles que se embriagan de cal;

llamaradas:

verdes del azote

simias de la sorpresa y vueltas a nacer del mar


Y las conchas también huyeron de la sombra

una tras una, con o sin vida

dando sus saltitos pueriles

¡Llévenselas también!

-dijo el policía desalojando la escena-

Aquí yace el poeta

presa de la fuga,

fuga de la presa;

aterrado de la sangre,

sangrando del terror;

plástico en cabeza y volvemos a empezar

con harapientos incautos embriagados con la cal

embriagados con la desidia y la burla

-¿ahora quién ríe?-

Nadie ríe, porque hace mucho todos dejaron de entender

y si no entienden no ríen, porque son estrictamente gente de bien

gente de entender entes en tendederos e intenciones enteras entiende,

¡entiende!

Pero caen las olas sin reír

sin reírse del harapiento incauto embriagado con la cal,

ahora solo, pajeándose en parajes solitarios

en calles que no existen,

junto a hospitales que no curan y bolsas de plástico que no contienen

que no pueden contener

contentas con tener hoyos -¡oh! yo nunca quise trivializar,

pero hay un harapiento incauto embriagado con la cal

pajeándose en un paraje solitario en algún lugar

y sólo los locos lo oyen.


Lo oyeron cuando salía mentando madres

-del parque, de la esquina, de donde sea-

iba rumbo a las tersas montañas de tus pómulos

poco después de que quedasen en el cielo,

pero no soltaba la cal que no alcanzaba;

huyóse en esperpentos tiernos

siguiendo a los pájaros y haciéndose pasar por uno

olvidó que era dios civilizador y sus tripas cayeron como mangueras

los cuervos se preguntaban por la extraña afición

de ese harapiento a todas luces borracho de cal

y ansiaban el alba para dejar de posar e irse a sus casas;

pero el poeta no paraba de yacer,

yacía sin tapujos e inmaduros policías

desalojaban la alcoba;

imaginando cómo sería

si se fugaran las presas,

o peor

si, presas de la fuga,

empezasen a sangrar del terror

del sol, alcohol al alba

y las bolsas especiales para cabeza

¿las harán ellas también para el uso de

harapientos incautos ennervados de cal?

¿Segarán también las risas blancas,

de los papanatas harapientos adictos a la cal?

Las ancas de ranas rancias de cagar en los mejores excusados

ríen también

y bailan al toque de las descargas eléctricas,

de lo contrario muertas y sosegadas;

ríen con las olas risas sin nombre,

risas sin preguntar y sin contestar

risas que ocultan otras risas

que a todas luces juegan con la idea de matar;

Risas cómplices de matar harapientos incautos embriagados con la cal.

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